Entonces ya sabemos que el diablo va a llegar a nuestra vida y nos tentará.
Y algunos de ustedes que aún se acuerdan de lo que estamos hablando, se preguntarán… Y en qué parte del comienzo de esta oración se menciona al diablo.
Volvamos a escribirla para que pueda ser detectada.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Ahí mismo.
Escondida en la primera parte se da la solución a nuestros problemas.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿Por qué Jesús no cayó en tentación?
Porque él sabía su objetivo. Jesús sabía quién era él. Sabía quién era su padre y sabía lo que él tenía. Era como un niño rico que sabe que tiene poder, riquezas y vida eterna. Lo sabe tan bien, que en cuanto llega el diablito a ofrecerle joyas de plástico y baratijas de dudosa procedencia, no tiene la menor posibilidad de tentarlo. Jesús sabe su objetivo.
¿Y nosotros?
¡Fácil!
Solo nos hace falta leerlo de nuevo y encontrar la respuesta: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
En cuanto estemos seguros y creamos que somos hijos de Dios, entonces ese será nuestro escudo contra el diablo y todas sus tentaciones. En cuanto seamos tentados vamos a compararlas con lo que tenemos y el plástico que nos ofrezca se derrite solito.
En cuanto digamos “Padre nuestro” todo lo malo desaparece. Sólo un pequeño detalle: Se requiere creer.
No es suficiente rezar la oración, se necesita entenderla y luego se necesita creerla, de otra forma sólo es una serie de palabras que no tienen sentido. De nada sirve decir: Dios, eres mi padre, cuando requerimos de un amuleto que nos proteja contra la mala suerte.